Desde que el señor Fukuoka asombrara al mundo entero con su sencillez y sabidurÃa (cultivando sin fertilizantes quÃmicos ni pesticidas, ni arar la tierra y consiguiendo rendimientos iguales o superiores a la agricultura moderna) algunos benditos locos han seguido su senda. Para quien esté interesado en leer el libro más famoso de Fukuoka sólo tiene que pinchar aquÃ.
En España se fundó el proyecto Fukuoka, para divulgar su filosofÃa y conocimientos sobre la agricultura natural. Allà podréis encontrar mucho y muy bueno sobre cómo cultivar sin esfuerzo (el no-método de ¨Fukuoka”, el no interferir con la naturaleza, no oponerse a ella…). Sencillamente, basándose en un conocimiento profundo de la complejidad del ecosistema local, Fukuoka fue capaz de enriquecer el suelo pobre en el que empezó y, a base de ensayo y error, fue reduciendo el número de intervenciones que hacÃa en el campo. Después de todo, las plantas crecen sin nuestra ayuda. AsÃ, vio que muchas prácticas no sólo no son necesarias sino que deterioran el ecosistema. Frases como “una planta que crece sana no necesita plaguicidas” marcan una filosofÃa: la de la no-dependencia de la acción del hombre.
Sin embargo, a pesar de las ventajas, pocas personas lo han puesto en práctica. Entre ellos destaca Juan Antón, que fundó el proyecto el bosque de alimentos, un sistema de cultivo que imita el funcionamiento del bosque natural, pero con el objetivo de producir la mayor diversidad posible de alimentos a lo largo del año, que cubran todas las necesidades nutritivas, partiendo del saber tradicional de los agricultores.
Concretamente, el proyecto nació hace más de 10 años y se sitúa en un huerto de naranjos de 3000 m2, en Alzira, cerca de Valencia (España). A su creador le preocupaba el hambre y el sufrimiento del ser humano, y su objetivo se centró en elaborar un “proyecto contra el hambre”. Juan ha llevado su experiencia a Kenia, donde ha plantado un bosque de alimentos: mÃnimos cuidados, máxima producción. Partiendo de la base de que cualquier tierra puede volverse fértil, el hambre en el mundo se puede solucionar con la agricultura natural. No sólo es una lucha contra el hambre, sino contra el monocultivo de alimentos y de la mente. La diversidad, denostada por el mercado, se torna un pilar central de la supervivencia de la especie.