No nos cansamos de decir que el crecimiento crea pobreza en forma de devastación de recursos naturales (que es sustento de comunidades enteras) y en forma de incremento de desigualdades sociales (es decir, extremo lujo y desperdicio junto a carestía de recursos básicos). Las víctimas de esto último tienen nombre y apellidos, una historia que contar, una familia y una vida donde lo último de Gucci o el seguro de coche más barato no tienen ningún sentido. Se enfrentan a la indiferencia (si no desprecio) más absoluta de los que les rodean y a los abusos más deshumanizados del poder.
Algo parecido a lo que pasó en Notre dame, cuando el juez Frollo empleó las fuerzas de orden público para asaltar la Cueva de las Maravillas, refugio de los gitanos de París. Sin embargo, más allá de la ficción y de los años, la historia se repite. Esta vez en Roma, donde el alcalde Alemanno, “acogedor con los inmigrantes“, ha pasado de la pasividad y abandono en febrero, a la más descarada de las violaciones de derechos fundamentales en abril. Y es que durante la segunda mitad de este mes, unas 700 personas han sido desalojadas de sus propias casas sin que se les haya ofrecido otra cosa que 500€ a las familias que acepten ser deportadas a Rumanía. Chatarreros, músicos callejeros, artífices de mercadillos de artículos a bajo precio… pero ante todo personas pertenecientes a una nación sin estado, que aceptan “empleos invisibles” que son sustento imprescindible de la economía. Si quieres actuar antes del 6 de mayo, puedes.
Roma segura
Desalojado poblado de nómadas de Lungotevere, San Paolo.
Con Alemanno la ciudad cambia.
La okupación de la Basílica de San Pablo prosigue en este momento, y las muestras de solidaridad vecinal empiezan a emerger. No sé si será el espíritu de Juan Pablo II, que será beatificado a final de mes, el que impulsa a estos vecinos a movilizarse, o al alcalde a “limpiar” Roma, limpieza étnica se podría llamar, antes del acto.
Madrid no se libra… y es que nosotros también tenemos nuestro juez Frollo particular, aquel que trata de “limpiar la ciudad”. Esta vez no es una limpieza étnica, sino económica. Y es que Gallardón, en un momento en el que más desahucios hay, quiere “limpiar las calles”, pero de forma legal. Y así obligar a la gente que duerme en la calle a ser realojada en albergues. Según sus propias palabras, si duermen en la calle es por propia voluntad. No sé si habrá visitado alguno de estos albergues, pero seguro que si lo ha hecho habían ventilado y limpiado. Le invito a que pase una noche en la litera de un albergue, lo comprenderá.
Como dicen en algún blog, la solución no pasa por retirarles de la calle, sino por actuar contra las causas que han generado esa situación, los abusos económicos que crean pobreza y hundimiento social. No queremos fascismo económico, ni entrar en la dinámica de abuso-solidaridad con los empobrecidos. Necesitamos una economía más inclusiva, más justa y más humana, una economía que ponga al bienestar humano y social en el centro. Necesitamos un cambio de paradigma. Necesitamos decrecimiento.