Pasear entre la diversidad social produce una sensación extraña. Uno
no está acostumbrado a ver, oler y sentir las mil caras de la
diferencia entre los seres humanos. Eso es lo que sucede al deambular por
la Puerta del Sol ahora que la disminución de los excesos
multitudinarios lo permiten. Bajo los plásticos bulle una pequeña
ciudad-bazar, atiborrada y aparentemente caótica pero que no vende
nada; al contrario, todo lo regala en cientos de gestos de apoyo mutuo
y cooperación horizontal. Información es uno de los bienes más
intercambiados pero también alimentos, masajes, espiritualidad,
cuidado de niños…
Estos desarrapados han iniciado un proceso de liberación de la palabra
y han llenado calles y las plazas de los centros urbanos con los
signos de la rebeldÃa. Quieren ahora hacer el camino de vuelta y
agitar las mentes y los cuerpos en las periferias, los barrios y los
pueblos llenándolos con asambleas.
El ágora-bazar, de creación espontánea, horizontal y reticular respira
a su propio ritmo, fuera del tiempo y del espacio oficial. No ha sido
diseñada por nadie y lo ha sido por todos en horas intensas de debate
y trabajo concreto, pacÃfico. Triunfo de la razón altruista sobre la
egoÃsta. Triunfo momentáneo y precario, sin duda. Sol es una pequeña
isla de confraternidad en un océano de individualismo y competencia.
Una zona liberada en territorio enemigo.
Suricato