¡Ni un día sin fútbol! ¡Fútbol de calidad internacional reconocida! ¡La liga española es la mejor liga del mundo! Pero… ¿a qué precio?
Nuestra liga de fútbol profesional nos ha obsequiado con un regalo excepcional, una oportunidad de oro para comprender cuál es la principal raíz de un sistema económico injusto a todas luces y con muchas sombras… Los futbolistas están de huelga… Sus sensatas reivindicaciones laborales vienen motivadas por deudas, incumplimientos de contrato… pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación?
Es aparentemente sencillo: los equipos de fútbol han convertido a este deporte en un lucrativo negocio que sigue, sin embargo, siendo un deporte de competición. Y es que estos equipos compiten entre ellos en un campo de fútbol, y los equipos que mejores (que no necesariamente más caros) jugadores y entrenadores tengan, tendrán más probabilidades de ganar. Así, la presión por contratar a ciertos jugadores ha hecho que los sueldos de algunos deportistas “estrella” hayan adquirido proporciones desorbitadas… Ahora bien, ¿quién y cómo se pagan esos salarios? Muy sencillo (aunque simplificado): los clubes de fútbol pagan los salarios, que recaudan (con pingües beneficios) de los derechos de transmisión de los partidos de fútbol (así como de los derechos de imagen de los futbolistas) que pagan las cadenas de televisión, que sacan beneficio del dinero que recaudan de la publicidad que emiten por nuestras pantallas, pagado por empresas que hacen repercutir en el precio del producto en cuestión el precio de la publicidad. Es decir, que cada vez que compramos algunos productos, estamos pagando indirectamente unos sueldos monumentales a algunos futbolistas. Es decir, el dinero privado lo pagamos todos, de ahí que la reivindicación de un salario máximo esté plenamente justificada.
Ahora bien, esos salarios han de pasar primero por las arcas de los clubes de fútbol, los cuales son también empresas que han de maximizar beneficios para, en un futuro, tener jugadores más caros (que no necesariamente mejores) para ganar más competiciones, vender más camisetas, ser más famosos y cobrar más derechos de imagen y derechos de transmisión… para en un futuro poder tener jugadores más caros para ganar más… bla, bla, bla… es correr para quedarse en el mismo sitio y, cuanto más invierten los demás equipos, más has de invertir para no quedarte atrás. Esta necesidad imperiosa de maximizar beneficios ha empujado a los clubes a endeudarse, tanto con entidades bancarias como con los propios jugadores: necesidad de inversión, de acumulación de capital. ¿Os suena?
Pequeñas economías en competición permanente, obligadas a acumular capital, maximizando beneficios a cualquier precio, incumpliendo contratos, renegociando convenios laborales a la baja, endeudándose con los trabajodores y con las entidades bancarias (verdaderas beneficiarias de tal competición)… y es que no es sino la competición el fundamento último de nuestro sistema económico, motor y causa de todas nuestras desdichas sociales.