El mundo se acelera y el conspiranoico escenario que algunos denunciaban es hoy más claro que nunca. La acumulación de riqueza generaliza la pobreza, la acumulación de poder supedita la política a los intereses de unos pocos (poderoso caballero es Don Dinero)… este sistema agoniza, y sus últimos coletazos son los más rabiosos. Desde que tanta gente que no era especialmente defensora ideológica de la democracia salió a las calles para exigir democracia, desde que tanta gente que era muy crítica con la constitución española salió a las calles para defenderla de las ingerencias alemanas (que obedecen a “los mercados”, ese ente abstracto detrás del cual se refugian personas con nombres, apellidos y responsabilidades que tarde o temprano tendrán que afrontar), desde que tanta gente que piensa diferente deja sus diferencias a un lado para luchar por unos mínimos arrebatados violentamente (a veces con violencia física, normalmente con violencia económica)… se puede decir que algo no va bien.
Cada vez es más obvia la ingerencia en la soberanía nacional (la privatización del espacio político, podría decirse) que se ejerce sobre nuestro sistema “democrático”. Ahora todas tenemos más claro que la banca y los especuladores financieros gobiernan sobre la política económica de los países, las farmacéuticas gobiernan sobre la sanidad, las empresas de agroalimentación hacen lo respectivo sobre las políticas agrarias y la producción y distribución de alimentos… La pregunta que sigue es ¿quién gobierna sobre la educación?
Desde que el desarrollo de la imprenta occidental arrebató el monopolio de la cultura a los laboriosos monjes copistas y desde que las desamortizaciones disminuyeron el patrimonio de la Iglesia, ésta ha perdido su hegemonía en la educación en favor de una educación pública. Sin embargo, el despiadado y descarado ataque neoliberal a lo público (que llaman “crisis”) ha planteado nuevos retos a la educación, ya obsoleta antes de la crisis. Y ahora ésta se debate entre un proceso de mercantilización de la educación, impuestos recortes en gasto público en el ámbito educativo y un cambio de paradigma importante. “La sociedad está cambiando rápidamente, y la educación tiene también que amoldarse a los nuevos tiempos”. ¿Qué hay detrás de estas palabras? ¿Quién ostenta el suculento pastel del sistema educativo? Y si es tan suculento, ¿por qué el Estado no se hace cargo de él?
Pueden identificarse dos frentes de ataque a la educación. Uno es el de la administración y otro es el del modelo educativo. La tendencia de administrar la educación desde lo público está revertiéndose. Aunque las cifras varían según las fuentes, en la Comunidad de Madrid, mientras hay recortes en la educación pública, también hay recortes en lo que las arcas públicas recaudan en las matrículas de colegios privados, que son más o menos de la misma cuantía. Por lo tanto se roba a la educación pública y se regala a la educación privada prácticamente lo mismo. Es decir, la educación, y no es la única, está pasando a manos privadas con la excusa de la crisis.
Pero ahí no acaba la cosa… El modelo educativo es otro filón. Si antes lo tenían editoriales de libros de texto, ahora se tiende a que pase a manos de empresas de nuevas tecnologías. El razonamiento es el siguiente: primero se asume que la educación ha de preparar a los jóvenes para su inserción en el mundo laboral (no para ser felices, no… para trabajar), después se dice que el mundo laboral ha cambiado (de trabajos estables, monótonos y repetitivos a “mayor movilidad laboral” en trabajos más creativos y que exigen nuevas habilidades) y acto seguido se da la solución: hay que personalizar la educación e introducir nuevas tecnologías en el aula. Así la necesidad está creada y la solución, anteriormente diseñada, se sirve en bandeja. Ahora queda por saber qué empresas se llevarán el gato al agua, pero mientras no existan redes de internet y nuevas tecnologías disponibles para todos (software libre…) la brecha digital, la brecha económica y la brecha público-privado será la misma. Es decir, mientras los centros públicos no tienen dinero para invertir en nuevas tecnologías porque no reciben financiación apenas… los centros privados pueden invertir en estas nuevas tecnologías. Después se venderá que la educación digital es mejor que la anticuada y obsoleta educación pública… hasta que se implante como una obligación en los planes de estudio, lo cual sería una estocada perfecta a la educación pública.
Sin embargo no se podrá acabar con la educación pública, ni mucho menos, ya que, a mayor necesidad educativa, mayor fuerza cobrará la educación libre autogestionada: escuelas populares… Así, la educación seguirá el camino del resto de servicios públicos: si asfixian lo público para pasarlo a manos privadas, surgirán alternativas libres desde la autogestión. Por lo que en esta crisis se abre la puerta (que siempre ha estado abierta) a la autogestión (gestionarlo entre los participantes) y, por tanto, a una democracia real, aquí y ahora.