Posted on mayo 22, 2016 in Activismo, Decrecimiento, Ideas, Política, Sin categoría, Transición by decrecimientomadridComentarios desactivados en Articulando movimientos sociales: la importancia del decrecimiento y la transición

  “Los jóvenes salieron a la calle y súbitamente todos los partidos envejecieron.” 

   El Roto 

“Dormíamos, despertamos”. Y tras 5 años despiertos, echamos la vista atrás y recordamos aquel 15 de mayo épico como aquel primer bostezo, aquel primer estiramiento con el que despertábamos nuestros músculos, los activábamos tras la larga noche y los preparábamos para el arduo pero emocionante camino que nos esperaba: el camino hacia la utopía. Porque dormíamos y despertamos, y por la ventana entraba la luz del sol de mayo invitándonos a iniciar la aventura.

Aquel 15 de mayo alzamos nuestra voz con dos preguntas muy claras: a nuestras instituciones políticas: por qué “no nos representan”; a la economía: por qué tenemos que ser “mercancía en manos de políticos y banqueros”. En un mundo que da muestras de agotamiento, en el que el sistema capitalista parece haber anulado cualquier posibilidad de surgimiento de una alternativa, en el que la tendencia a la mercantilización de todos los ámbitos de la vida parece ser irreversible… aquel 15 de mayo volvió a demostrar que la sociedad siempre va varios pasos por delante de las estructuras e instituciones tradicionales, y al igual que otros muchos movimientos surgidos de la sociedad civil organizada reclamando más justicia, más democracia, más solidaridad… no significó otra cosa que la activación del sistema inmunológico del planeta.  

Significó también la activación de la ecuación del cambio social: estalló el 15M, y la resignación se transmutó en indignación, y ésta en activismo, en la politización de toda una generación y en transformación social. Así, fue expandiéndose el espíritu ‘quincemayista’ hasta el día de hoy, en el que los hijos e hijas del 15M ya andan solos y solas: pienso en la PAH, 15mPaRato, las redes de Economía Social y Solidaria, los nuevos partidos políticos, los centros sociales, huertos urbanos o medios de comunicación autogestionados, las cooperativas de producción y de consumo… años de activismo y movilización social que dieron lugar a estructuras que poco a poco han ido institucionalizándose, esto es, convirtiéndose en protocolos compartidos de comportamiento.  

No obstante si analizamos la reflexión que ha guiado la articulación y vertebración de los movimientos sociales originados al calor del 15M ha consistido, por un lado, en que esta crisis “no es una crisis, sino una estafa”, des-responsabilizándonos de la crisis civilizatoria en la que la Humanidad se halla inmersa y de la cual los Países Desarrollados somos causa debido a nuestro insostenible e injusto modelo de vida que solo es posible a costa del expolio de los Países del Sur, la destrucción de los ecosistemas, la condena de las generaciones futuras…

Por otro lado también ha estado latente durante todo este proceso la idea de que no era cierto aquello de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Reflexión útil para señalar a esa oligarquía que se enriquece a costa de las mayorías sociales, pero incompleta para el pensamiento emancipador en tanto que no nos obliga a reconocer que hemos vivido  “por encima de nuestras necesidades” y de las posibilidades del planeta al tomar decisiones que consumen y contaminan mucho pero que satisfacen poco nuestras necesidades.

De ahí la exigencia de seguir despertando, de seguir descolonizando nuestro imaginario y de seguir planteando nuevas preguntas (¿es posible un crecimiento ilimitado en un planeta de recursos limitados? y aunque lo fuera ¿es deseable?) para entender que, en el cambio de paradigma en el que vivimos, es el modelo liberal-productivista basado en un crecimiento económico sin límites el que debemos replantear y el que debemos sustituir progresivamente por un decrecimiento controlado, una relocalización y una reducción de los niveles de producción y de consumo, así como por una búsqueda de sinergias biorregionales para fomentar un comercio cercano, justo y sostenible.

La otra pregunta que debemos hacernos a la hora de plantear nuevas estrategias para la articulación de movimientos sociales es la siguiente: si hoy ocurriera el colapso (climático, económico, político, energético, etc.), si de repente se agotaran todos los combustibles fósiles… ¿estaríamos preparados para afrontar esta situación? ¿de dónde obtendríamos la energía necesaria para abastecernos? La construcción de resiliencia en nuestras comunidades debe ser otro pilar fundamental en la articulación de movimientos sociales, pues nos permite pensar en un modelo de ciudad socialmente justo y sostenible.

Si bien es crucial continuar impulsando el cambio social desde la ciudadanía, no es posible la unión, la confluencia y el trabajo en red si a esta unión no se le dota de un contenido, de un relato. Es aquí donde el “movimiento de transición” arroja un enfoque verdaderamente novedoso e inspirador de cara a encontrar líneas de acción transversales que permitan la articulación de movimientos sociales, así como nuevas demandas de acuerdo con el cambio de paradigma en el cual nos movemos.

El “movimiento de transición” nos propone actuar localmente y pensar globalmente: actuar desde lo local en dos ejes: 1) justicia social y 2) sostenibilidad; y pensar globalmente insertando las experiencias de construcción de resiliencia local en una dinámica de alterglobalización, es decir, de puesta en marcha de una alternativa sólida a la globalización neoliberal. De esta forma, la transición y el decrecimiento son dos conceptos clave que nos permiten crear una visión comunitaria, establecer líneas de acción transversales y puentes de colaboración para el cambio y que por su carácter inclusivo, experimental y fresco tienen el potencial de ser una vía para la articulación de los movimientos sociales presentes y futuros.

Por ello, la transición que venimos impulsando desde Decrece Madrid consiste tanto en una transición interior (valores, aspectos emocionales, hábitos y estilo de vida, simplicidad voluntaria…) como en una transición exterior (creación de nuevas estructuras políticas, económicas, formas de obtener energía…), ambas interrelacionadas. Como referencia de experiencias de transición contamos con más de 1700 iniciativas en ciudades, municipios, universidades, etc. en cerca de 50 países. También con experiencias cercanas como son Móstoles en Transición o Zarzalejo en Transición y otras muchas a escala estatal (Red de Transición, más de 40 iniciativas de transición por todo el Estado), a lo que habría que añadir las innumerables organizaciones, colectivos, etc. potencialmente interesados en articularse junto a otras plataformas sociales para poner en marcha una iniciativa de transición en sus comunidades.

En definitiva, transformar nuestras ciudades en espacios más participativos, donde las personas se empoderen, donde se visibilicen y se pongan en valor las actividades que se ocupan del cuidado de las personas, donde aprendamos a adaptar nuestro modelo de vida a los límites biofísicos del planeta, etc. debe pasar a ser, en el siglo XXI, el siglo de la gran prueba, la línea de acción prioritaria que surja de los procesos de articulación de movimientos sociales. No solo porque sea la única vía y quizás la última oportunidad para responsabilizarnos de nuestros actos y estar a la altura de los enormes retos sociales y ambientales de nuestra época. Sino porque sencillamente, sin líneas de acción transversales y con la capacidad de conectar experiencias locales con dinámicas globales, estaremos condenados a la atomización y a la dispersión y ahogaremos cualquier posibilidad de cambio real y duradero.

El poder sabe bien eso de “divide y vencerás”, pero el 15M nos demostró que la única manera de caminar hacia un futuro mejor es uniéndonos y trabajando juntas.

Rubén Gutiérrez