Las ecofeministas han puesto sobre la mesa que la dominación de la naturaleza y la dominación de las mujeres surgen de la misma lógica de pensamiento, aquel que convierte en inferior y conquistable lo diferente (siendo lo masculino, lo universal y neutro). El movimiento ecofeminista ha subrayado los vínculos simbólicos entre mujeres y naturaleza y ha aportado importantes elaboraciones teóricas a la causa por la sostenibilidad, la justicia y la igualdad; así como también se ha manifestado en diversas movilizaciones de mujeres en defensa de tales principios. En el Día Internacional de la Mujer, queremos aludir a algunas de estas movilizaciones en defensa de la soberanía alimentaria para poner en valor y reforzar una lucha que debido a las continuas ofensivas capitalistas necesita cada día mas de nuestro apoyo.
A lo largo del siglo XX la distribución y comercialización de los alimentos ha cambiado radicalmente, se ha pasado del pequeño comercio a la venta en supermercados y la compra de productos locales y de temporada se ha sustituido por un consumo de alimentos “deslocalizados”, tecnificados e industrializados. Sin embargo, bajo esta aparente comodidad se esconde la esclavitud de las personas productoras, las consumidoras y de la Tierra. Nuestro consumo alimentario se ha puesto al servicio de la lógica del mercado y la maximización de sus beneficios, limitando en extremo la capacidad para salirnos de tal lógica. En el caso de la producción del Sur, la sobreexplotación de la mano de obra más vulnerable y el aprovechamiento de la permisividad medioambiental se ocultan bajo el marketing que nos vende cada producto sin mostrar lo que hay detrás de su elaboración. Además, el modelo de comercio es oligopólico, concentrándose el poder en unas pocas empresas con gran peso en la economía mundial.
Por todo ello, el movimiento por la Soberanía alimentaria (concepto acuñado por Vía Campesina, movimiento internacional de campesinas y campesinos) pretende que las personas recuperen lo que el mercado les ha arrebatado, que es el poder sobre la agricultura y la alimentación; mostrando cómo la agricultura campesina sostenible puede, efectivamente alimentar el mundo. Es la alternativa política que reclama la democratización del sistema agrícola y alimentario, luchando contra la exclusión de millones de personas del acceso a recursos productivos, tales como la tierra, el agua, los peces o las semillas, derivada de las políticas económicas neoliberales y su intensificación con la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC); así como también contra la Revolución Verde causante de la crisis ecológica que está destruyendo el planeta. Su propuesta se basa en un reparto equitativo que asegure una suficiente y sana alimentación para todas las personas del pueblo. Igualmente, declara que las semillas son patrimonio de la humanidad, y condena el uso de tecnologías y prácticas que erosionan la capacidad de producción alimentaria en el futuro, dañan el medioambiente y ponen en peligro la salud humana.
La reivindicación del derecho a la Soberanía alimentaria incluye una perspectiva feminista inherente debido, en primer lugar, a la estrecha participación de las mujeres en el ámbito de la alimentación, de acuerdo a la distribución de roles de género por la que han desarrollado conocimientos sobre agricultura desde su inicio (trabajo de la tierra, almacenamiento de semillas, recolección de frutos, identificación de las propiedades dietéticas y curativas de las plantas, sus cualidades culinarias, etc.); conocimientos con los que han alimentado a la humanidad, y que por otra parte, han sido sistemáticamente devaluados social y económicamente. De hecho, a pesar de que las mujeres producen entre un 60 y un 80% de los alimentos en los países del Sur global, y un 50% en todo el mundo, son las que más padecen hambre y no poseen ni el 2% de la titularidad de las tierras.
Las políticas agroindustriales les han impactado de manera más agresiva, no solo por los procesos implicados en la feminización de la pobreza (segregación vertical, doble carga de trabajo, peores condiciones laborales, etc.) y en la desigualdad de género en general (violencia de género en la pareja, inaccesibilidad legal a la tierra, dificultades para la obtención de créditos, etc.); sino que a esto se suma la expropiación de sus conocimientos y de los medios para producir de manera autónoma, siendo muchas de ellas empujadas a la migración a zonas marginales de las ciudades.
En segundo lugar, las campesinas conciben la propuesta de la Soberanía alimentaria como una ética para el desarrollo humano asociada a la justicia de género. A través de ella han enfatizado la reivindicación de la igualdad de género en los procesos y toma de decisiones sobre agroecología, para lo cual se organizan en comisiones específicas y pugnan por su participación en las acciones para la preservación de las semillas y otros conocimientos relacionados, así como en los órganos de decisión.Aunque el trabajo enfocado a conseguir una mayor igualdad de género no es fácil (dado que a pesar de la paridad formal, las mujeres tienen mayores dificultades para viajar o asistir a encuentros y reuniones) la resistencia ecofeminista en reclamo de la agroecología, que han llevado a cabo las activistas de Vía Campesina en concordancia con la Marcha Mundial de las Mujeres ha contribuido a la visibilización, reconocimiento y empoderamiento de las mujeres campesinas e indígenas.
Son innumerables las movilizaciones ecofeministas que se han dado a lo largo de la historia. Tomar conciencia de su existencia y de su potencial puede dar impulso a esta lucha y generalizarla, de modo que el cambio que se pretende pueda sentirse más cerca.
Bibliografía en
https://www.academia.edu/5985136/El_ecofeminismo_ante_la_crisis_sist%C3%A9mica_camino_hacia_la_sostenibilidad_humana_y_ambiental