Posted on abril 19, 2011 in Consumo Responsable, Derechos, Naturaleza, Reciclaje by miki2 Comments »

Un negocio para los fabricantes, un timo para los consumidores y un desastre para el planeta… así es, mucho se ha escrito sobre el agua embotellada. En documentos TV también lo trataron, y el documental se ve mejor aquí. Nosotros tampoco nos hemos propuesto hacer un análisis en profundidad sobre el asunto, que es realmente preocupante, porque ya hay mucha bibliografía y muy buena al respecto. Nuestra intención era más definirlo sin pelos en la lengua, y poneros a vuestra disposición unos cuántos enlaces para profundizar en el tema…

Curioso parecería encontrarse un grupo de facebook llamado El timo del agua embotellada, O incluso otro grupo de esta misma red social que promueve el consumo de agua de grifo en los bares, incluso han elaborado un mapa con los establecimientos de Navarra que te ponen agua del grifo. ¿Refrescante idea, no? Quizás deberíamos hacer lo mismo en Madrid.

 

Pero ¿por qué no es curioso, algo anecdótico? ¿por qué esta gente se toma tan en serio el consumir agua de grifo? El movimiento “anti-agua embotellada” ha sido apoyado desde distintos sectores, y es que hay muchas y muy buenas razones para ello. Unas son económicas (desperdicio de recursos), otras son políticas (el agua como derecho, como bien común), otras son medioambientales (el transporte del agua embotellada, los residuos que genera y que poco se reciclan), otras de justicia social (a veces se extrae el agua de acuíferos que alimentan comunidades enteras y que sólo se quedan con los efectos negativos de la venta de sus recursos al exterior).

Si comparamos el agua de grifo y el agua embotellada, ésta última no es mejor. De hecho, se han encontrado contaminantes diversos en el agua embotellada, además de componentes plásticos de origen bien cercano (el propio envase).

Todo esto está dando resultados. En EEUU el consumo de agua embotellada ha decrecido, como explican en este simpático vídeo. Con la crisis quizás se estén dando cuenta de la sinrazón que es su consumo. El próximo paso… agua con vitaminas, colores, sabores… es decir, más de lo mismo. ¿Vendrá algún día la venta de aire embotellado? ¿Será en cápsulas, botellas, bombonas?

 

La situación es sencilla: unos se lucran apropiándose y comerciando con un recurso que es un derecho de todos, a cambio el resto pagamos el pato en forma de polución, falsas creencias, cierre de fuentes públicas y un producto que resulta casi 2000 veces más caro y de peor calidad que el agua del caño… de toda la vida. Ante la botellita individual… ¡Compartamos una jarra de rica agua de grifo! Que te la quieres llevar de paseo… pues una botella de vidrio, que la reutilizas cuanto quieras y la puedes incluso decorar. Sencillo, reutilizable, comunitario, sorprendentemente rico y sano… ¡así es el decrecimiento!

Posted on febrero 23, 2011 in Consumo Responsable, Reciclaje by miki2 Comments »

Esta noche, en el programa Comando Actualidad de TVE1 hay un programa que tiene muy buena pinta. Es a las 22:15. Si te lo has perdido pincha igualmente en el enlace y lo podrás ver, os dejamos con un avance del programa. ¡Que lo disfrutéis!

Posted on enero 8, 2011 in Consumo Responsable, General, Ideas, Reciclaje by litio4 Comments »

Grandes noticias, amigxs del decrecimiento: el sudor no huele. El mal olor que lo acompaña se debe a productos del metabolismo de bacterias de la flora que en estas zonas nuestras les da por vivir. Además de ser un método de refrigeración natural de nuestro cuerpo, el sudor permite la eliminación de toxinas del organismo y contribuye a reestablecer la capa de protección natural de la piel y a hacer frente a determinados microorganismos. Por no hablar de esas feromonas, un tanto olvidadas, que declaran compatibilidades sexuales y estimulan amores ilógicos pero irresistibles tan divertidos y apasionantes… en fin, que el sudor “mola”.

Si aún con todas estas virtudes os incomodan sus olorosas consecuencias, os presento el arma 100% natural definitiva: el limón. El zumo de limón es un potente bactericida. Al aplicarlo sobre la piel, crea una película sobre ésta que acaba con las bacterias impidiendo la aparición del olor desagradable asociado al sudor.

Pese a sus propiedades astringentes, el limón no es un antitranspirante, así que no obtendremos los efectos nocivos de los desodorantes comerciales antitranspirantes, como aquellos que contienen derivados de aluminio (asociados a cáncer de mama). -Entonces, señores, no me sean cazurros si tras una intensísma actividad física o muriendo de deshidratación en un desierto, notan ustedes un ligero olorcillo; que ya ha quedado claro que no es un antitranspirante. Así que si no quieren transpirar, pueden también contener la respiración y, a golpe de plancha, cauterizarse los folículos pilosos sobaquiles: además de no sudar, se ganan una depilación a la última y de por vida (el chorrito de limón pueden usarlo en tal caso como antibiótico y para cicatrizar).

Por cierto que, así, por las buenas, ni escuece ni irrita (esto es en condiciones normales, antes de aquello de la plancha). En caso de haberse depilado momentos antes, pues escuece un poquito, pero igual que escuecen la crema, los desodorantes y prácticamente todo ante semejante expolio.

Usar zumo de limón como desodorante es barato y ecológico. Contribuye a la reducción en la producción de envases y a la aplicación de sustancias químicas sobre nuestros cuerpos y alrededores (que siempre me he preguntado cómo algunos “perfumes” de los desodorantes se ganaron el derecho a llevar tal nombre). También puede usarse, ya que estamos, en el cuidado de las uñas y pelo, al los que da dureza y brillo respectivamente, y como cosmético para la piel.

Para los que no tengáis siempre medio limón en la nevera, os recuerdo que incluir el limón en la dieta, para aliñar las ensaladas, por ejemplo, es muy recomendable.  Además de por su contenido en vitamina C y por facilitar la asimilación de hierro no-hemo, incluir el zumo de limón en la dieta concede más ventajas: tiene potencial antioxidante y, por tanto, anticancerígeno, contribuye a la detoxificación de residuos provenientes de dietas ricas en proteínas y disuelve los sedimentos de ácido úrico, por lo que está indicado para tratar la gota, así como para cálculos y artritis. También mejora la circulación venosa. Vamos, que es una cosa horrorosa de bueno para todo.

Otras alternativas al uso de desodorantes, que personalmente no he probado, así que yo simplemente las dejo caer (si alguien las prueba, que comente) son: el vinagre de sidra de manzana, la infusión de romero y los jugos de rábano y lechuga (¿…?). Para impedir la sudoración excesiva se recomienda infusión de salvia (Salvia offininalis, ¡no la de los chamanes de Oxaca!)

palabras clave: el zumo de limón como desodorante casero

Posted on junio 7, 2010 in Consumo Responsable, Reciclaje by procast1nad0r2 Comments »

El primer paso de un decrecentista es replantearse sus hábitos como individuo. Este vídeo que nos brindan nuestros compañeros de Setem nos ayudará a darnos cuenta de que haciendo poco, realmente estamos haciendo mucho.
 

Posted on mayo 31, 2010 in Reciclaje by procast1nad0r2 Comments »

El reciclaje es un proceso habitual que ya hemos incorporado a nuestras vidas sobre todo en el caso del papel, los envases o el cristal, pero aún hay muchos residuos que por dudosos se nos escapan en nuestras bolsas de basura.
 
Repasemos algunos:
 
* Gafas: La Organización Mundial de la Salud calcula que unos 153 millones de personas padecen algún problema de visión que es fácilmente corregible mediante el uso de gafas; sin embargo, millones de personas no tienen acceso a ellas. Seguro que alguna vez tú o algún amigo os habéis preguntado “¿Qué puedo hacer con las gafas que ya no utilizo? ¿Las puedo aprovechar de nuevo? ¿Existe alguna organización que se encargue de ellas?”. La respuesta es sí, así que lo más importante es que no las tires. Te damos algunas ideas para que tus gafas puedan ayudar a millones de personas a corregir por primera vez sus problemas visuales y a permitirles leer, ir a la escuela, obtener un empleo o cuidar de sus familias.
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Posted on marzo 19, 2010 in Reciclaje by precarioman1 Comment »

Tiramos el papel al contenedor azul y después compramos papel reciclado. Entre medias, pensamos que alguna empresa cercana lo estará reciclando. Pero nada más lejos de la lógica: en muchas ocasiones, el papel se pasa 28 días navegando hasta China.

Así lo explica Clemente Álvarez en el blog ambiental Eco Lab.

En el artículo queda claro que, antes de reciclar, hay dos posibilidades más: reducir y reutilizar.

Posted on febrero 21, 2010 in Reciclaje by .-4 Comments »
¿Se pinta esta habitación? ¿Se tapa el techo con telas o no? ¿Cómo hacemos para evitar el biruji que entra por las ventanas? Pues en eso estamos, en dar respuestas para construir el nuevo espacio de Decrecimiento Madrid en el Patio Maravillas de la calle Pez.

De momento, ya tenemos luz en tres salas. Una de ellas, bastante grande y con un armario lleno de fotografías con imágenes de boda en blanco y negro.

Por cierto, aunque no lo parezca en alguna foto, el trabajo está siendo muy duro. Por eso lo de las cervezas.


Siempre hace falta una mano, así que, si te animas… siempre es necesaria una mano para limpiar, pintar o traer sillas y mesas.

Posted on enero 25, 2010 in Reciclaje by .-1 Comment »


Por Eduardo Galeano, periodista y escritor Uruguayo
17 diciembre de 2009

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡Nos están fastidiando! ¡Yo los descubrí! ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de… años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII).

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De ‘por ahí’ vengo yo. Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el ‘guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo’, pasarse al ‘compre y bote que ya se viene el modelo nuevo’.

Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. ¡Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡Toooodo! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos… ¡Cómo guardábamos! ¡Tooooodo lo guardábamos! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡Los diarios!!Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía ‘éste es un 4 de bastos’.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡ni a Walt Disney!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: ‘Cómase el helado y después tire la copita’, nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡Ah! ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la ‘bruja’ como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la ‘bruja’ me gane de mano y sea yo el entregado

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