Feliz Día de la Privacidad

¡Feliz Día de la Privacidad!

Un punto de inflexión para el anonimato, la privacidad, y las herramientas que los hacen posibles.

Por GABRIELLA COLEMAN

Traducción del original publicado en boingboing. Puedes seguir a la autora en donde el pajarito.

La semana pasada celebrábamos el dia de la privacidad. Cada cosa que hacemos en línea -ya sea en una computadora o en un dispositivo celular- está siendo registrada, rastreada, compilada, computada, comprada y vendida por los consabidos titanes tecnológicos (los Google, Facebook, Verizon), y cientos de brokers de los datos mucho menos conocidos que ayudan a los anunciantes a construir unos perfiles preocupantemente detallados de sus usuarias, mediante la recolección de datos provenientes de diversas fuentes, incluyendo bases de datos de clientes y plataformas en línea. A menudo, después de una clase a mis estudiantes sobre este tema, en la que desgranamos una docena de mecanismos mediante los que corporaciones y gobiernos pueden espiarnos y entrometerse en nuestras vidas, amenazando al mismo tiempo el anonimato y la privacidad, la reacción es por lo general o una de indiferencia (porque, ya sabes, piensan que no tienen nada que esconder) o, en aquellos a los que he convencido de que es algo que les debería de importar, algún grado de desesperanza.

En efecto, cuando se ponen sobre la mesa todos los entresijos acerca de la extensión y profundidad de la vigilancia contemporánea, entiendo por qué mis estudiantes (y tantos otros de nosotros) se ven arrastrados por un vórtice gris de pesadumbre. Pero también, si nos paramos a considerar el amplio panorama de las defensas éticas, legales y filosóficas que promueven estos días el derecho al anonimato y la privacidad, así como las herramientas que se desarrollan para proteger estos derechos, quizás la situación no está tan perdida como pueda parecer en un principio.

Del mismo modo que los ideales de la libertad de expresión fueron a la vez diseminados y dotados de contenido a lo largo de un período de cien años, a medida que fueron penetrando en la conciencia pública durante ciertas batallas políticas sin cuartel – tales como las que se libraron en Spokane por los Trabajadores Industriales del Mundo al comienzo de los 1900s, o por los manifestantes a favor de la libertad de expresión en Berkeley en los 1960s – las iniciativas de base por la privacidad y el anonimato han alcanzado una masa crítica. Por primera vez en la historia, estos asuntos han conseguido un tirón gravitacional, clarificando qué está en juego en torno a la privacidad y el anonimato y atrayendo a más ciudadanos a la órbita de este movimiento en gestación.

quizás la situación no está tan perdida como pueda parecer en un principio.

Durante los últimos cien años, la privacidad ha sido teorizada en la tradición liberal como un derecho – “el derecho” (como Louis Brandeis y Samuel Warren lo describieron notoriamente en 1890) “a ser dejado en paz“. Encarnado en forma de casos legales y reglamentos a lo largo del siglo XX, el derecho a la privacidad se ha convertido en una preocupación democrática primaria – los argumentos teóricos y legales para el anonimato llegarían un poco más tarde.

No fue hasta la década de los 1960s que la Corte Suprema y las revistas jurídicas en los Estados Unidos de Norteamérica comienzan a considerar el rol del anonimato como habilitador de la libertad de expresión, introduciendo profundidad y añadiendo matices al asunto. Muchos libertarianos civiles hoy en día pueden citar el famoso caso de la Corte Suprema de 1985 sobre la legalidad de distribuir anónimamente material político (el caso de McIntyre contra Ohio), que detallaba cómo el anonimato favorece la libertad de expresión. “La decisión de un autor de permanecer anónimo, como otras decisiones sobre omisiones o adiciones al contenido de una publicación,”, escribía la corte, “es un aspecto de la libertad de expresión protegido por la Primera Enmienda.”

Pero estos debates y argumentos en favor de la privacidad y el anonimato quedaron circunscritos y limitados en su alcance hasta fecha reciente. En las últimas dos décadas (y especialmente en los últimos cinco años), las justificaciones y demandas en pos de privacidad y anonimato han escapado la atmósfera enrarecida de la teoría legal, la elaboración de políticas y el discurso académico, para entrar de lleno en las manos de colectivos tecnológicos, periodistas, bibliotecarios radicales, cineastas, hackers, desarrolladoras de software y hardware, y ONGs de diverso pelaje. Lo que es más: el derecho a la privacidad – el derecho a controlar qué información se tiene sobre tí – se ha desarrollado parejo una comprensión más sofisticada de su relación con el anonimato: el derecho a actuar y hablar sin tener que revelar quién eres.

Los documentos de inteligencia filtrados por Edward Snowden fueron significativos en este sentido, y por tres razones diferentes. Primera, y la más obvia, el relato detallado a partir de los documentos dotó al público de un nivel concreto de detalles sobre las preocupantes y robustas capacidades y habilidades del gobierno para la vigilancia, así como de su voluntad para usar, legal e ilegalmente, la recoleción corporativa de datos para sus propios fines, y esto a un nivel que simplemente no existía antes; entre otras revelaciones descubrimos sobre el “Informante sin Límites” y “XKeyscore“.

Como era de esperar, en la comunidad hacker (donde la gente ya estaba fuertemente dedicada a luchar por la privacidad y el anonimato) estas revelaciones fueron experimentadas como una llamada de atención histórica y urgente. Vimos surgir varios nuevos proyectos, en la forma de desarrollo de herramientas de cifrado y campañas orientadas a cambiar las leyes y las normas sociales.

Un sinnúmero de proyectos existentes en el ámbito de las políticas, la tecnología y el activismo, iniciados por grupos como la Electronic Frontier Foundation, Fight for the Future, el Open Technology Institute, Library Freedom Project, Big Brother Watch y Privacy International han encontrado un nuevo objetivo y han visto amplificado su alcance. Campañas dirigidas con orientación de base y tecnológica, tales como Reset the Net, buscan “extender las herramientas de privacidad resistentes a la NSA“, de modo que puedan convertirse en características por defecto de la Internet – ya sea a través de una absorción normativa o de su rotunda codificación en los protocolos tecnológicos básicos. Tecnologías como “The Amnesic Incognito Live System” (también conocido como Tails, un sistema operativo elaborado para el anonimato); Tor (o “The Onion Router”, un proyecto de fuentes abiertas que desarrolla un anonimizador popular), Signal (para chats cifrados y llamadas telefónicas), DuckDuckGo (“El motor de búsqueda que no te rastrea“, como reza su lema) y LEAP (un acrónimo recursivo para “LEAP Encryption Access Project“, que modifica herramientas de cifrado existentes para hacerlas más fáciles de usar) están siendo financiadas por ciudadanos privados y nuevas organizaciones de medios como la “Freedom of the Press Foundation”.

Finalmente, Edward Snowden — una figura bien conocida por el público, ya idolatrada en producciones de Hollywood y documentales — ha usado su plataforma para educar a montones de estudiantes y otros miembros de la opinión pública a través de numerosas charlas públicas, que cubren desde las amenazas a la privacidad y el anonimato hasta qué pasos prácticos puede tomarla ciudadanía para detener dichas amenazas. Personalmente, le vi hablar en la universidad donde enseño, y la multitud a la que convocó era poco menos que increíble. Aunque sólo teníamos 600 asientos, miles de personas hicieron fila durante horas para tener la oportunidad de verle, y cuando se hizo claro que la mayoría tendrían que darse la vuelta, a poco estalla un disturbio (después de que le informáramos de lo arriesgado de la situación, amablemente accedió a emitir el evento en directo via streaming).

Por supuesto, muchos estudiantes estarían allí sólo porque es una especie de celebridad, pero él usó su tiempo de forma juiciosa para instruir de manera importante a la audiencia sobre las libertades civiles. Cualquiera que haya visto sus discursos sabe cuán pacientemente, y con qué grado de minuciosidad y pasión, pero también con qué contundencia y razón defiende el derecho a la privacidad y el anonimato. Su perspectiva acerca de la privacidad, la vigilancia y el anonimato, como su ya famosa ocurrencia de que “Argumentar que no te importa el derecho a la privacidad porque no tienes nada que esconder es lo mismo que decir que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada que decir“, suministra al público potentes aforismos que destilan valores complicados en una simple frase, y destierran de un plumazo uno de los mitos más prevalentes sobre la privacidad. Si Mario Savio se convirtió en el icono del movimiento por la libertad de expresión en los 1960s, hoy en día Edward Snowden ocupa un lugar similar para el movimiento contemporáneo por la privacidad y el anonimato.

El mero hecho de que haya más figuras prominentes, organizaciones, justificaciones, medios, colectivos y proyectos movilizando a la ciudadanía a luchar por la privacidad y el anonimato; y que más hackers estén desarrollando herramientas de privacidad y anonimato, no implica que estos esfuerzos vayan a desmantelar, puentear o sabotear la maquinaria de la vigilancia que socava y erosiona esos valores. En efecto, dado el estado actual de la mayoría de las herramientas para el anonimato, conseguir una anonimidad absoluta es hoy por hoy inalcanzable, al menos para la mayoría de las ciudadanía. Necesitas invertir un tiempo y esfuerzo para seguir las medidas que necesitas para esconder tus huellas digitales de forma minuciosa. Muchas de nosotras carecemos del tiempo, los conocimientos y la paciencia para convertirnos en un fantasma que no deja huellas a partir de los humanos rastreables que somos.

Aun así, en el lapso de apenas una década muchas de las herramientas existentes han pasado de ser casi inusables a ser algo que se puede utilizar, y mucho más vitalmente, han sido colocadas en las manos de aquellas personas que más las necesitan: disidentes, periodistas, investigadoras, trabajadores por los derechos humanos, y abogados del interés público. El mismo Edward Snowden confió en una suite de estas herramientas para comunicarse con los peridistas con los que trabajaba, para filtrar material y documentos. Hoy en día, una parte de estas herramientas -como Signal y el Navegador Tor- son tremendamente sencillas de descargar y usar. Las herramientas en sí mismas están diseñadas con la privacidad y el anonimato en mente, y ayudan a inculcar esos valores a medida que se extiende su uso y adopción.

La existencia de un movimiento social no ofrece ninguna garantía de éxito — pero éste es un dilema al que se enfrentan todos y cada uno de los movimientos sociales, desde el movimiento ambientalista hasta los esfuerzos por los derechos civiles. Aun así, el hecho de que hoy día celebremos el Día de la Privacidad de los Datos, y cada una de nosotras pueda comenzar a tomar pequeños pasos para proteger sus datos, no es, de ningún modo, una ocasión para celebrar ciegamente como si la batalla por la privacidad y el anonimato ya hubiera sido ganada. Es simplemente una ocasión para darnos cuenta de que la batalla apenas acaba de comenzar.

sindominio   18 febrero 2018
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