Moliere, en “El burgués gentilhombreâ€, muestra magistralmente el reconocimiento de una ignorancia y de “un darse cuenta†repentino. M. Jourdain, un muy poco ilustrado burgués, de pronto toma consciencia de que durante toda su vida ha hablado “en prosaâ€. Es decir, descubre una obviedad, tal como se refleja en este diálogo con el “filósofoâ€:
“—Filósofo: ¿Y son versos los que queréis escribirle?
—M. Jourdain: No, no; nada de versos.
—F:¿PreferÃs la prosa?
—J: No. No quiero ni verso ni prosa.
—F:¡Pues una cosa u otra ha de ser!
—J:¿Por qué?
—F: Por la sencilla razón, señor mÃo, de que no hay más que dos maneras de expresarse: en prosa o en verso.
—J:¿Conque no hay más que prosa o verso?
—F: Nada más. Y todo lo que no está en prosa está en verso; y todo lo que no está en verso, está en prosa.
—J: Y cuando uno habla, ¿en qué habla?—F: En prosa.
—J: ¡Cómo! Cuando yo le digo a Nicolasa: “Tráeme las zapatillas” o “dame el gorro de dormir”, ¿hablo en prosa?
—F: SÃ, señor.
—J: ¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo! No sé cómo pagaros esta lección.”
El decrecimiento es la prosa de muchos. La nuestra, por supuesto, pero también la de ecologistas y otros activistas sociales que durante muchos años de travesÃa por el desierto han intentado hacer una propuesta social y polÃtica con capacidad de cautivar y aunar voluntades en pro de una sociedad diferente. Este ecologismo, desgraciadamente, ha quedado atrapado en las redes que el sistema ha lanzado para capturarlo integrando el mismo concepto de “sostenibilidad” sobre el que han asentado gran parte de sus propuestas.
El movimiento decrecentista puede tener la capacidad, si las cosas se hacen bien, de reorganizar el imaginario activista, polÃtico y teórico de los, en muchos casos, aletargados movimientos sociales si dialoga con ellos, reconoce sus aportes téoricos y sus luchas y comienza a recorrer con ellos la gran transición hacia una sociedad viable. Eso requerirá acentuar las diferencias conceptuales, éticas y prácticas entre “sostenibilidad” y “decrecimiento”. Es de vital importancia fortalecer una idea del decrecimiento no asimilable.
La propuesta por el decrecimiento es una obviedad. Es el “dos más dos†del sentido común y de la sensatez: no es viable un crecimiento infinito en un mundo finito y punto. No hay nada más que decir porque todo lo que se puede decir ya ha sido dicho: que si la tecnologÃa, que si los acuerdos internacionales, que si la responsabilidad social corporativa; que si la empresa verde; que si el reciclaje etc. y no han servido para casi nada. Tinta y saliva a raudales han sido vertidas en los cauces de la retórica posibilista para justificar lo injustificable o para aligerar el peso y hacer un poco más lenta la caÃda a un precipicio que de todas maneras va a ocurrir, si seguimos por el mismo camino. El decrecentismo dice: “si ésto, entonces  éstoâ€. Si el causante del desastre previsible es el crecimiento económico, no un tipo de crecimiento, sino “el” crecimiento en sà mismo entonces hay que dejar de crecer. Lógica y prosa elemental y, a la vez, implacable. Por ello, hay que seguir hablando en prosa: lo demás es poesÃa.
Nos venden lo que nos quieren vender (creo que me he contagiado). Nos venden que todo es muy ecológico, muy sostenible y muy verde. Siguen vendiéndonos la moto. Dejemos de comprársela y luchemos por algo que valga la pena.
No hay nadie más pobre que aquel que no tiene conciencia de su pobreza.