Hace unos días salió una noticia en varios canales de televisión y periódicos: hemos alcanzado los 400ppm (o partes por millón) de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, a pesar de la gravedad del asunto (la acumulación de CO2 en la atmósfera y sus consecuencias), la repercusión de la noticia no va más allá de una cifra simbólica (que volveremos a alcanzar dentro de poco) y de un día en las noticias. Ante una llamada de un familiar mío preocupado por la acción Asedia el Congreso, le respondí: “No tiene importancia. No veas la tele, pues hace que te preocupes por cortinas de humo (25-A, Gripe A…) y, de las cosas que son realmente graves, que van a influir en nuestro modo de vida, bien te lo cuentan superficialmente (como este caso) o bien no te lo cuentan (como es el caso de la ley europea sobre el control de semillas).
En este caso, la cifra de 400ppm de CO2 es más bien simbólica. El CO2 sigue ritmos estacionales: en julio-septiembre es verano en el hemisferio norte, que tiene más tierras emergidas, por lo que el crecimiento vegetal es mayor, es decir, se absorbe más CO2 y los niveles bajan… en enero-marzo ocurre lo contrario. Es como si el planeta, cada año, respirara… Es decir, que en unos meses llegará la noticia de que el CO2 ha descendido de las 400ppm, quizás como un alivio o un bálsamo, enmascarando lo grave de la situación y, sobre todo, su causa. La acumulación de CO2 en la atmósfera tiene una causa muy bien definida: las emisiones de CO2 de origen antrópico. No son las únicas que hay, pero sí son las que más se han incrementado en estas últimas décadas y las que son, en proporción, las más importantes. Los volcanes siempre han estado emitiendo CO2… y sin embargo, el CO2 que se almacenó en el subsuelo en forma de hidrocarburos durante 300 millones de años lo estamos liberando en 300 años de revolución industrial. El ritmo es 1 millón de veces más rápido. El gráfico siguiente lo ilustra a la perfección…
Las consecuencias son inciertas en parte, pero sólo en parte. Entre el catastrofismo y el negacionismo está el término medio, las estimaciones más sensatas… y sin embargo, no son muy halagüeñas. Para ir a las certezas, observemos la relación que hay entre CO2 y temperatura media global.
Hay fuertes intereses en que el PIB siga creciendo. Sin embargo, dado que el PIB se correlaciona fuertemente con las emisiones de CO2, y que las emisiones de CO2 se correlacionan fuertemente con un aumento de la temperatura media global… El crecimiento del PIB implica el crecimiento de la temperatura media global. Es decir, con el crecimiento económico el planeta se calienta.
Las consecuencias del crecimiento económico son, ambientalmente, devastadoras. Y los esfuerzos de la política institucional siguen ese mismo camino. Tanto, que ahora se habla de “adaptación al cambio climático”. Sin embargo, que nadie se lleve a error, el crecimiento económico no está relacionado con otros indicadores como el Índice de Desarrollo Humano o la Esperanza de Vida, más allá de un cierto umbral.
Es decir, que lo que persiguen las élites económicas con el crecimiento económico no es el bienestar de la población, sino su propio y egoísta enriquecimiento, el acaparar dinero, dinero y más dinero… No les importa que nos hayan llevado a una crisis sistémica con nefastas consecuencias ambientales, sociales, económicas… La relación entre capitalismo (o religión cuyo dios es el PIB) y calentamiento global es clara, muy clara. Tan claro, como que no necesitamos el crecimiento económico (si bien al contrario es necesario decrecer hasta llegar a un determinado umbral). Esto es cierto en cifras macroeconómicas para los países del Sur (si seguimos acaparando tantos recursos que no nos hacen más felices muchos países no tendrán suficiente para sus necesidades básicas), así como en nuestros propios países: trabajar menos, consumir menos y vivir mejor.