Tras la marea verde, los recortes en sanidad y una inmensa respuesta popular en muchos sectores el embiste neoliberal sigue con orgullo y sin piedad, pasando por encima de quien sea, independientemente de lo indefenso que pueda estar.
Y es que tras tres suicidios debido a tres desahucios, ya no hay pelos en la lengua en llamar a esto: terrorismo de Estado y de los banqueros. Y sin embargo los bancos siguen tan sobervios como siempre, al amparo de la ley injusta que ya ha sido criticada por algunos jueces.
La sanidad, por su parte, está revolucionada. Los encierros se contagian víricamente ante las privatizaciones, que están basadas en la mentira de que la gestión privada es más barata. Las protestas en ámbitos de instituciones públicas se generalizan. El CSIC ha pasado de permitir o alentar bajo cuerda la represión ideológica de las voces críticas a protestar de forma institucional. Incluso las revistas científicas alertan repetidamente de los recortes en España. La sociedad se revela y la represión aumenta. Todo se sucede como ya sucedió en otros países anteriormente, espléndidamente relatados por el documental la doctrina del Shock, tan de actualidad…
¿Pasarían estos recortes en un mundo donde maximizar beneficios no guiara las políticas económicas? Claramente no… cuando se siguen otras dinámicas ciertas políticas (como las neoliberales) están fuera de contexto. Está en nuestra mano cambiar esas lógicas, al menos en parte, la parte que está en nuestra mano… que no es poca. Por lo tanto, aunque la huelga sea un instrumento de protesta contra los recortes que se apoya con diligencia desde los mivimientos sociales, no es la única ni la más efectiva. Hay un mundo que se contruye en positivo, que cambia las dinámicas desde la base, sin pedir permiso (ni necesita hacerlo) a las autoridades incompetentes, que no recibe porrazos ni quema a las personas, sino que las alimenta, las interconecta y las empodera en mecanismos de toma de decisión más horizontales, para decrecer en consumo de recursos y producción de residuos, para decrecer en injusticias sociales, laborales y medioambientales, para decrecer en aislamiento y egoísmo, para decrecer en infelicidad… un mundo que crece en las plazas, en las casas, en los centros sociales y se difunde por las redes sociales. Este mundo viene para quedarse, y sustituir al decrépito y viejo mundo que, aunque da crueles coletazos, está cayendo por su propio y desmesurado peso.